Claudia Guerra: “¿A qué hora sale el de las 10:10?”

Desde muy joven, Claudia Guerra trabaja en el sector del transporte de pasajeros; sus inicios fueron en la empresa COTAR, y hoy sigue trabajando en la ciudad de Libertad para la empresa COMAR.
Desde hace cinco años, Claudia es encargada administrativa en COMAR, donde, además, cumple otras funciones dado su amplio conocimiento del funcionamiento de una empresa de ómnibus. En la cuidad de Libertad, dialogamos con Claudia para conocer su actividad, y su visión del sector.
¿Cómo es tu trabajo en COMAR?
Soy encargada, pero también administrativa, salgo a la calle a inspeccionar a los guardas y choferes. Tengo un cargo de confianza, lo que me permite hacer varias tareas dentro de lo mismo. En cuanto a la parte administrativa, tengo que contar los kilómetros, las horas de espera, los arranques de cada uno de los empleados, pasarlos al escritorio. Recibo el dinero, hago las transferencias y pagos.
Es un trabajo de mucha responsabilidad; obviamente, tienen que cerrar los números y también ejercer la parte pura y dura del control. También atiendo a los usuarios, a los llamados telefónicos y a quienes vienen y quieren sacar un abono. En épocas como ésta, aparecen las excursiones, maestros y docentes plantean salidas didácticas con las escuelas, liceos y todo ese tipo de viajes. Yo me encargo de recibir esas solicitudes y hacer los presupuestos. Para esos viajes tenemos que dejar todo por escrito, firmado y pasar la documentación; Primaria necesita que todo sea válido para aprobar. Eso conlleva un trabajo administrativo que no es fácil.
¿Tenés contacto con los pasajeros?
Hay gente que le siento la voz por teléfono y ya sé quién es, nunca la he visto pero sé a dónde viaja. Una es la cara visible de los funcionarios y la gente confía; tengo contacto con casi 200 docentes que, si bien no les conozco la cara, hablamos por teléfono.
Tengo contacto con ellos porque de alguna u otra manera tengo que estar, para lo que sea. Hay preguntas que son obvias. Con quien trabajaba antes, en tono jocoso, cada vez que llamaba alguien, me decía: “¿a qué hora sale el coche de las 10:10?”
Dentro de las llamadas, que son muy variadas, también hay situaciones muy lindas. Hay gente que te agradece por una cantidad de cosas, “gracias por llevarme a mi hijo”, “por traérmelo”, etc. Tenemos cartas que vienen acompañadas de pasteles y cosas ricas.
¿Cómo fueron tus inicios en el transporte?
Tenía 20 años cuando empecé en COTAR; un día me dijeron que tenía que limpiar los ómnibus, pregunté de qué manera se tenía que hacer, y me respondieron que era como una casa. Yo desempeñaba esa tarea como si limpiara mi casa, me preocupaba. En un momento empecé a ocuparme más y me pusieron a hacer más cosas, por ejemplo, venían los empleados y me decían, necesitamos uniformes. Yo era el nexo entre el galpón y la oficina, entonces empecé a encargarme de la parte de los uniformes. Después, empecé a organizar la coordinación entre el galpón y la oficina, resolviendo, por ejemplo, qué coche estaba libre o cuál tenía que salir en caso de una rotura. Un día me dijeron que me necesitaban también en la oficina, entonces estuve por un tiempo en los dos lugares.
Ahí fui aprendiendo, hacía desde los abonos hasta salía a la calle cuando faltaba un guarda. Me fui formando, me fueron enseñando, y como tenía conocimiento de todo el funcionamiento de la empresa, estaba en todos lados.
¿Cómo fueron tus comienzos en COMAR?
Fue comenzar en algo totalmente nuevo, porque estaba empezando con otra responsabilidad. Fue todo un desafío. Comencé el 1 de enero del 2020 y el 15 de marzo llegó la pandemia. Se detuvo toda la actividad, el viernes estábamos cargando chiquilines para todos lados y el sábado no había nadie. Era llegar a la agencia y sentir un silencio enorme. En la calle no había nadie, se nos transformó todo y empezamos a pensar cómo seguir trabajando, qué turnos hacer, qué hacer con el personal, etc. Decíamos, “bueno, esto será por una semana o 15 días”, pero se extendía un mes, dos meses y había que tomar decisiones. La gente ya casi no viajaba en ómnibus, pero no podíamos dejar la calle sin servicios. Debíamos hacer algo para que la empresa funcionara.
¿Cuándo percibieron que todo había regresado a la normalidad?
El día que vino un chofer y nos dijo que tenía el coche completo. Hasta me emocionó, fue una etapa muy complicada. Estábamos contando monedas y recibir esa noticia fue increíble, volver fue muy lindo, extraordinario. Fue una etapa muy rara, el verano fue complicado, los estudiantes comenzaron a viajar una semana sí y otra no. Fue un ejercicio mental de pensar, “¿qué inventamos ahora?”. Resolver qué turno pongo, con cuál lo engancho, qué personal tengo, en fin, mucha cosa; fue un ejercicio que tuvimos que transitar.
¿Qué otro cambio has notado desde tus inicios en el transporte?
Veo cambios en la gente y, sobre todo, en la adolescencia. Es general, lo sé, hay un desafío a la autoridad total. Antes, cuando me tocaba de guarda, si le tenías que llamar la atención a un chiquilín, se comportaba, eso ha cambiado. Por otro lado, luego de la pandemia, mucha gente no ha vuelto al ómnibus. El que trabaja empezó a viajar en su vehículo propio, la gente mayor solo viaja en casos de necesidad. Hoy en día, hay muy poquita gente, los que viajan son adolescentes que van a estudiar, trasladamos unos 700 chiquilines, otros pocos van a trabajar, y muy poca gente mayor viaja días puntuales, como las fechas de cobro.